Un cuento perverso


Era el caso más importante que me había caído en mucho tiempo.
Las pistas, mis mejores amigas aparte del bourbon, me urgían a ir al puerto a hablar con el bueno de Ratzie. El querría hablar conmigo, con mi dinero o con mi colt 45.
Me puse la gabardina y salí dando un portazo que despertó a toda la fauna animal, inquilinos sin permiso, que dormía de madrugada en mi despacho.
Este caso me daría gloria, redención, riquezas o un encuentro agridulce con la rubia misteriosa que me había pagado la mitad por adelantado. O al menos eso pensé antes de que la gabardina se enganchara con la puerta, para ceder, desgarrándose debido a la mala calidad de la tela, y dejarme a merced de las leyes de la física, esas bastardas sin corazón. Embotado por el exceso de bourbon en mi cuerpo, perdí el poco equilibrio que tenía y me precipite por una oscura, larga y amarga caída por las escaleras, momento en que mi pistola, siempre fiel y preparada con el seguro quitado a la espera de cualquiera de mis muchos enemigos jurados, decidió salirse de mi funda en el sobaco para caer tras de mí y dispararme en la rodilla mientras yo seguía debatiéndome con la gravedad.
Yací en el rellano con rubíes manando de mi cabeza y de mi rodilla, y mientras la vida me abandonaba con la furia de una amante despechada, sólo podía pensar en cómo me habían tendido una trampa. Una muy compleja y perfectamente urdida. La rubia, la pistola, el bourbon, la gabardina. Todo por una cara bonita.
O quizás pensé en cómo me había caído en mi caso más importante.

-Dr. Maldades

1 comentario:

LuCho_Bares dijo...

Buah!!! Tio! Me encanta!!! Digno de "Los tipos duros no escriben blogs". No sería mala idea que lo mandases a un concurso de microrelatos. Cinco estrellas para la que es ahora una de mis entradas favoritas!